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Felas du Richard
El concepto Phenix responde a la esclarecida leyenda de una exótica ave existiendo antes de la alborada de su gestación. Nace en un camino de renovación y continua viviendo… para después del ocaso de su existencia, volver a nacer de las mortales cenizas de su anterior presencia. Representa un símbolo real donde el futuro está inmerso en el presente y el pasado dignificado en el futuro. Implica un sueño infinito acaecido mientras el espacio se desplaza en la experiencia recidivante del contexto lúdico de la inmortalidad.
Phenix ilumina con su pictórico poema la dinámica verdad oculta en los anales del anochecer humano. El Phenix, un alma cambiante que transmuta siempre en su legítima esencia espiritual haciendo repetida presencia en el mundo físico de la manifestación, pendiente de una incierta clepsidra sumisa a las perfectas leyes de la relatividad.
La mítica beldad etíope se consumía por acción del fuego (Ignae Natura Renovatur Integra) cada 500 años y surgía nuevamente de sus propias cenizas. La imponente fortaleza física, la pureza emanada del fuego de su realización y el poder curativo de sus lágrimas eran los bienaventurados dones que soportaban la sobrevivencia terrenal del Phenix.
- Desde una dimensión sideral emerge un enigmático fluido espiritual, emanación misma del Eterno.
- Esta sutil emanación-espíritu se adhiere como un soplo vital sobre una forma física, genéticamente correlacionada con la frecuencia, la substancia, y el ambiente propicio para evolucionar. Surge un ser humano de esencia divina.
- El ser encarnado hace presencia tangible en este sinuoso plano existencial, consecuente con la deuda kármica, causa y efecto de la conducta de su anterior manifestación, moldeando paulatinamente su alma o cuerpo de emociones.
- Esta entidad lucha por conquistar su propio mundo, identificar su oriente y superar su karma, hasta envejecer inventariando el firmamento de sus ilusiones.
- Después de su estadía temporal y relativa en este planeta de 3ra dimensión, trasciende energéticamente o desencarna conforme programaciones superiores hacia la dimensión sideral desde donde provino, transmutando su contenido físico en átomos potenciales y su alma en miríadas de energía. Nada muere, todo transmuta y se transforma.
- Luego de un acucioso proceso, asciende dimensionalmente o reencarna nuevamente al mundo material adquiriendo una nueva forma física, un inmaculado cuadro rúnico y esferas mentales adecuadas para continuar estimulando la identidad de su frecuencia vibratoria en etapas análogas a un emprendedor proceso Phenix.
Así se repite esta lectura tantas veces como círculos viciosos en espiral necesarios que lo acrediten para ascender, en algún eón sin tiempo, hacia dimensiones superiores hasta fundir su llama en la indescriptible tea de El Emanador.
Mientras el ente humano transita su camino por el extenso e implacable libre albedrío, mixtura de placer y de dolor, experimenta vivencias correctivas de aprendizaje en este misterioso pero maravilloso planeta de expiación.
El hombre es una síntesis del universo, dotado de razón para tomar decisiones, de lágrimas para quemar el ego, de imaginación para generar milagros, de sueños para alcanzar objetivos, de manos para servir, de entendimiento pleno para ubicarse en el ajedrezado de la realización, de conocimiento para fortalecer la humildad y de felicidad ilimitada para identificarse con el amor encarnado de la presencia krística.
La esencia del Phenix incorpora dos principios básicos, fruto de la evolución y la justicia universal: el trascender - asociado a la parca- y el reencarnar –asociado al retorno.
La energía es intangible, latente, invisible y eterna. La materia es energía resultante de la reunión de muchos átomos (dinámica materia invisible a nuestros ojos) conformando masa tangible en forma de moléculas. Todo lo que existe es energía emanada de una sola y única realidad.
El hombre se conforma de energía agregada física, emocional, mental y espiritual, un holograma vitalicio perfecto de El Emanador, flotando en las infinitas redes de la Conciencia Quántica.
El ser no muere, trasciende o desencarna. Todo hombre nace y regresa, y aunque el proceso luzca parecido, nacer es más traumático que morir. La muerte realmente no existe, simplemente es un paso natural del ciclo de vida. Es una puerta abierta hacia un nuevo comienzo de una eterna programación donde “morir” en una dimensión significa nacer de nuevo en otra para continuar viviendo. Somos esencia pura de inmortalidad.
Las lágrimas del deceso deberían realmente cambiarse por perlas altruistas de satisfacción ante la continuidad. Supuestamente cuando nacemos hay tristeza en el plano desde el cual venimos y emergen alegrías del plano donde arribamos, y viceversa. Por lo pronto, nacer en la Tierra conforma el reinado de un neonato pleno de regocijo.
Lamentablemente algunas religiones con sus fantasiosas y equivocadas doctrinas esparcen proselitismo de masas enfocando a nuestros congéneres a la resignación para “morir” junto a la ilusión para “salvarse,” apoyadas en los incoherentes pero manipuladores conceptos de temor y esperanza. Ignoran que la naturaleza humana es un espejo inequívoco de una divinidad, única y perfecta, reflejándose en la eternidad, y sujeta a un inteligente ordenamiento cósmico, justo e implacable.
El hombre debe tender a reconocerse siempre como una preparándose cada instante para la vida con calidad, rectitud y altruismo; una extensión a imagen y semejanza de la divinidad. El promulgado fantasma de la muerte, aquel trágico final sujeto a interesados manejos filosóficos o maniobrado como condicionamientos fatalistas del azar: sencillamente no existe.
Reencarnar es un tributo a la justicia evolutiva, al equilibrio y a la inmortalidad del espíritu. En los planos superiores no existen ni las influencias ni las oraciones, solo existe la meritocracia enmarcada en cánones de justicia y equidad.
Ascendemos hacia el vértice en la medida que nuestra frecuencia vibratoria vaya coincidiendo con frecuencias vibratorias de planos superiores, fruto ideal del contenido humano y su identificación divina.
La vida es el espacio experimental que podemos y debemos aprovechar con éxito. Somos humanas emanaciones divinas interactuando consciente o inconscientemente con una alta posibilidad de equivocamos, afectando la cadena universal.
Cuando no corregimos oportunamente nuestros errores, la Inteligencia Suprema constantemente nos presenta una oportunidad reparable en esta vida mediante mecanismos asociados a la aflicción, o regresando nuevamente a este planeta -donde hasta los dioses desean nacer- para cancelar las deudas contraídas y deliberadamente pendientes, mediante el perfecto mecanismo de la reencarnación.
Todo fluye y refluye, va y viene, el futuro es una copia exacta del pasado
Vamos y regresamos como el Ave Phenix hasta entender la generosa posición divina y el compromiso gregario, asociado íntegramente a una sublime identidad en la majestuosa e infinita inmensidad de nuestra intrínseca verdad: D ´ S
Felas du Richard
(Caballeros Masones Élus Cohen del Universo) Marzo del 2016, Año Masónico 6016
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